“La parte monumental de Brujas es la consecuencia de su prosperidad. Toda la ciudad es interesante y en cada casa encontraréis un detalle de refinamiento o de grandeza. El estilo arquitectónico civil es de un particularismo desentrenado y, aún hoy, los ciudadanos os hablan de su estilo propio. Este estilo ya estaría olvidado si no tuviese una ligereza poética y una gracia delicada. Las casas, de un piso generalmente, presentan el tejado agudo y cortado en peldaños, las ojivas y ventanas tienen una movilidad picante, las arcadas de debajo de las ventanas son toscas y vivas. A la triple arcada de los bajos corresponden tres ventanas de primer piso, dos ventanas a la parte inferior del tejado y una claraboya bajo el vértice agudo. Las líneas de las casas son infantiles y pueriles y parecen dibujos de niño. Pese a que la calidad de los materiales -ladrillos-es infame, la gracia de las casas es ligera y aumenta con los ínfimos colorines blancos y rojos de sus fachadas.
Amén del laberinto de calles y plazas que Brujas contiene, y que forma un museo viviente, hay que mencionar tres edificios. Los dos primeros: el Mercado con la torre —el beffroi—, y el Ayuntamiento, están en la gran plaza que tiene forma trapezoidal y es una de las plazas más bellas y grandiosas que existen. El Ayuntamiento es un edificio gótico restaurado, de gran seriedad. El mercado con la torre no tiene parangón. Edificio del siglo XIII, restaurado en el siglo XIV, el mercado aguanta una torre de ochenta metros, una de las más notables del mundo. Cuadrada en la parte inferior, se vuelve octogonal en la parte alta, a partir de las torrecillas angulares que parecen aguantar las caras del reloj a cuatro vientos. Encima de la puerta de entrada hay un balcón que servía antiguamente para proclamar las leyes y para hablar con el pueblo. En lo alto de la torre está el carillón de Brujas, que es tenido por el mejor que existe, por razón de sus campanas de sonido grave. Ahora, en verano, al anochecer, cada día hay concierto de carillón y música religiosa. El tercer edificio del que queríamos hablar es el Hospital antiguo, que fue enriquecido por la pintura de Memling para pagar una enfermedad que tuvo en él tuvo que tratarse. Nótese que estos edificios son civiles.
Pero si el monumento de Brujas proviene de la prosperidad, el encanto que tiene la ciudad no podría explicarse sin la decadencia. A medida que la ciudad bajó de tono, se construyeron innumerables iglesias y conventos, los antiguos jardines se abandonaron, la hierba surgió por todas partes, y las aguas de los canales obstruidos se poblaron de hierbas acuáticas y mórbidas. Un silencio mortal se cernió sobre la villa semidesierta, y el tañido de las campanas le dio un aspecto fúnebre.
Entonces, la creación de una clase de monjas especiales –llamadas beguinas- llenó los conventos de esta orden. Esta clase de monjas, si bien no hacen votos, han de tener dote, y malas lenguas dicen que se pasan la vida cantando y comiendo bizcochos. Sus cantos suaves fueron el elemento más típico de la población moribunda. Brujas, abandonada, cruzada de canales verdes y espesos, productores de mosquitos y de mariposas, con los árboles de los jardines llenos de musgo y las fuentes secas, con una iglesia a cada dos pasos y una casa en ruinas al lado de cada iglesia, se convirtió en una de las admiraciones más fervientes de la sensibilidad moderna.
El laberinto de calles, plazas, canales y callejones sin salida fue encontrado correcto, y el agua de los canales que reflejaba palacios heridos y árboles demasiado frondosos fue adjudicada de primer orden. Los mercaderes antiguos fueron olvidados, y Brujas, confiada en su manera interior y tranquila de entender el mundo, se volvió un desvarío místico, estético y vanidoso. La higiene, posteriormente, ha equilibrado las cosas. Ha embotado un poco el encanto de la decadencia, sin pasarse de la raya. Y ahora Brujas queda como lo que tiene que ser: la suma de cualidades de ese país de Flandes, tan razonable, equilibrado y gracioso.
Josep Pla. Cartas de lejos. Edición Austral. Barcelona. 2016. pp. 111-113.
El libro original fue publicado en 1928.
Fotos © Juan P Ferrandis.
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