El Londres de Simonetta Agnello Hornby


UN PASEO POR SOUTH BANK, DESDE EL PUENTE DE WESTMINSTER HASTA EL PUENTE DE LA TORRE

A country gentleman should bring his lady to visit London
as soon as he can, that they may have agreeable topics for
conversation when they are by themselves.
SAMUEL JOHNSON

 Un hombre que vive en el campo debería llevar a su mujer a Londres lo más pronto posible, a fin de adquirir temas de conversación que amenicen su soledad.

          “El paseo peatonal, casi ininterrumpido, que se extiende junto al Támesis, es el regalo a los londinenses por parte del ayuntamiento de Londres con ocasión del jubileo de plata de la reina, que se celebró en 1977. El recorrido desde el puente de Westminster hasta el puente de la Torre es uno de mis grandes placeres, tanto si lo hago sola como acompañada. Puede durar un día entero (y también la noche, pues hay dos salas de conciertos, cuatro teatros y cuatro cines), incluido el descanso para tomar un tentempié en el propio paseo fluvial o en Borough Market. La gente me interesa menos que de costumbre: sólo tengo ojos para el río y los edificios.

puente de londres01          Como los ingleses, el Támesis actual parece estar en calma, pero en realidad no lo está. Raras veces aparece ligeramente encrespado. Los meandros y las alturas de la ciudad lo protegen de la fuerza de los elementos; sin embargo, detrás de ese aspecto plácido, sus aguas se agitan sin cesar, movidas por las mareas que se propagan a través de Londres cuatro veces al día. En torno a las doce, durante la marea baja, los sedimentos oscurecen el agua, y a la hora del té ésta vuelve a lamer los espigones de ladrillo. Después de un té acompañado de sándwiches de pepino, el agua fluye de nuevo hacia el mar a por una sabrosa sopa de pescado, y durante la noche el ciclo se repite. Y no estamos hablando de movimientos leves. En el tramo que abarca del puente de Londres a Vauxhall —dos de las partes menos profundas y más transitadas del Támesis—, la altura del agua pasa de dos metros por debajo del nivel del mar, durante la marea baja, a más de siete metros por encima durante la marea alta. Por consiguiente, todos los días se produce un cambio de casi la mitad del agua.

noria          Puede que el río proporcionara el impulso inicial para la fundación de la ciudad, pero son sus habitantes quienes se encargan de mantenerla continuamente activa. Uno y otros, a pesar de su apariencia estática, están en perpetuo movimiento. El Támesis me ha enseñado la historia de Londres mejor que algunos libros y museos. Me explica por qué la ciudad se encuentra donde está y cómo se ha desarrollado.

orilla támesis01          Pese a las tentativas de poner barcos a disposición de la gente que vive en las afueras y trabaja en el centro, son los turistas los que utilizan los transbordadores que realizan el trayecto de Westminster a Greenwich y a la inversa. Salen de Victoria Embankment, justo detrás del carro de Boadicea, en el puente de Westminster, delante del Big Ben. Antes que Joseph William Bazalgette proyectase en 1860 la red de alcantarillado de Londres —cuyos conductos principales corren junto a la Circle Line, bajo las aceras, las calzadas y los jardines del Embankment de la orilla norte—, los pasajeros de los transbordadores se topaban con embarcaciones a remo, a vela o a vapor amarradas en los muelles de madera que se extendían desde la orilla pantanosa. Muelles y barcos a buen seguro no faltaban: el Támesis era la vía principal para el transporte de mercancías y personas, y el tramo que unía la City of Westminster, el centro político, con la City of London, el núcleo del comercio, era el más transitado. Las calles estaban enfangadas, los conglomerados de barracas entre las dos cities eran peligrosos y el río, aunque maloliente, ofrecía una alternativa rápida y segura para desplazarse. Los pobres iban a pie.

torre de londres01

Cambio guardia torre de londres
          Inicio el paseo por South Bank en el puente de Westminster, construido en 1850. A lo largo de las márgenes —a veces amplias, como una plaza—han plantado muchos plátanos; por todas partes, asientos y actividades diversas, desde buskers¹ hasta estatuas humanas y puestos donde se vende de todo. Paso junto a la Millennium Wheel y el Southbank Centre, luego, después del puente de Waterloo, dejo atrás el Royal National Theatre para seguir hasta el puente de Blackfriars; llego al puente del Milenio, novísimo y peatonal, que une la catedral de San Pablo con la Tate Modern, instalada en una antigua central de gas, y paso por delante del nuevo Globe Theatre, reconstruido tal como era en los tiempos de Shakespeare. Continúo y paso por la catedral de Southwark y el Borough Market, donde hay pequeños restaurantes de excelente calidad y puestos de comida para llevar, y luego, después del puente de Londres, me adentro en el Londres de los rascacielos de cristal: aquí están el Shard y, no muy lejos, la semiesfera que alberga el ayuntamiento. South Bank era una zona pobre y popular, y había pocos edificios antiguos dignos de ser conservados, razón por la que han proliferado los espacios verdes, las construcciones nuevas y, sobre todo, los rascacielos. Se respira una atmósfera de libertad.

desde el puente del milenio
          Me gusta contemplar la orilla opuesta, la del viejo Londres. Antes de ser canalizado, el Támesis llegaba hasta Whitehall Palace y los palacios de otros nobles, que daban al río. Más arriba, la fachada de Somerset House —antes un tribunal donde trabajé, ahora museo y galería de exposiciones itinerantes— muestra la parte superior de unos grandes arcos, bajo los cuales las barcas transportaban a las personas que entraban o salían del palacio real. Le tengo apego a ese palacio, que durante mucho tiempo fue un arsenal y a lo largo de los siglos ha sido destinado a infinidad de usos. Se reestructuró en el siglo XVII y en el XVIII se reconstruyó en estilo neoclásico; un ejemplo de la voluntad de la nueva clase política, que deseaba emular las grandes construcciones europeas de la época y reafirmar la igualdad de estatus entre la aristocracia y el gobierno parlamentario, por un lado, y la familia real, por el otro. Vista desde el río, la orilla norte del Támesis es imponente, pero carece de armonía –hay demasiados edificios modernos, viejos y antiguos en el paseo fluvial-, hasta que uno se encuentra con la normanda Torre de Londres, uno de los monumentos militares más bonitos del mundo. Y entonces tengo que cruzar el puente, a pie, y dar una vuelta alrededor de la Torre. Después tomo el metro, feliz y contenta, y regreso a casa”.

1. Artista callejero.

Simonetta Agnello Hornby. Mi Londres. Gatopardo ediciones. Barcelona 2021. pp. 245-248.

Fotos © Juan P Ferrandis.   

https://www.instagram.com/nedaviajero64/ 

https://www.flickr.com/photos/nedacomunicacion/albums 

 

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