Benarés según Stefan Zweig


          “Benarés: así se llama esta ciudad repleta de templos y torres resplandecientes que baja por centenares de escalones sagrados al Ganges, el gran dios, la eterna fuente de expiación de los hindúes. Desde todos los valles y montes del gigantesco imperio acuden los peregrinos a este lugar de santificación, y el río, grande, ancho y que fluye casi sin corriente, se lleva con paciencia todo lo que le confían: los pecados de los vivos, las cenizas de los muertos, los cadáveres desfigurados de los santones, que se balancean suavemente en la superficie de sus aguas.

holi 2024-70 copia

          Vienen los príncipes casi míticos de Rajputana, los marajás y los más pobres entre los pobres, que tienen que atravesar a pie la arcilla amarillenta de la llanura, o viajar apiñados a decenas en los estrechos vagones de los trenes. Pero aquí todo se iguala; los cuerpos desnudos se mecen lentamente en las mismas olas, porque los pecados son los mismos para todas las castas, la misma llama consume los cuerpos y lanza su resplandor al espejo fluyente. Benarés es la rosa mística del ramo de flores lozanas, de colores vivos y chillones que forman las ciudades de la India; bajo la aparente frialdad de su mirada entornada se siente arder intensamente la llama de la fe. Aquí asoma un presagio de las secretas esperanzas que permiten a esta gente humilde y taciturna soportar la dominación foránea y las cadenas de la casta. Es el único lugar donde se percibe un destello de esa pasión invisible, un destello muy lánguido, pues incluso en sus ceremonias más solemnes hay algo que rechaza la exteriorización, el fausto, el exhibicionismo, la retórica. Porque el secreto último de esta religión está más allá de la palabra, en un silencio insondable, oscuro y misterioso, como esas rocas en las que excavaron sus templos milenarios.

holi 2024-74 copia

          Nada hay en esta ciudad que proclame con estrépito la santidad del lugar; ni edificios imponentes, ni gradas de anfiteatro, ni procesiones fastuosas. Si se llegara a una hora poco propicia y sin la adecuada predisposición, se toparía uno con una ciudad sinuosa y mugrienta, con una hermosa orilla, sí, aunque sin ser excepcional, bordeada de palacios singulares pero carcomidos por las inundaciones, y al otro lado una ribera llana y arenosa. El gran santuario de la ciudad no es de piedra ni de mármol: es el río mismo, el milagro de la redención que se renueva sin cesar, que fluye desde la inmensidad de las cumbres del Himalaya, sostenidas por las nubes, hasta la inmensidad del océano; una corriente que en su largo curso señala a la tierra impura el camino de los elementos sagrados, inalterables en su pureza. El Ganges es sagrado para los hindúes, sagrado para quien entra en contacto con él.

holi 2024-140 copia

          Sagradas son por tanto las escalinatas, las ghats, siempre bañadas por sus olas; sagrados los edificios que lo miran de frente y gozan eternamente de su vista; y sagrada también la ciudad de Benarés, arrodillada ante él desde hace tres mil años.

          Ciudad santa para los siervos de Brahma, Visnú y Shiva, y, curiosamente, también para los budistas, porque fue aquí donde, hace más de dos mil años, Buda rompió su silencio después de haber sido iluminado, y donde por primera vez formuló una doctrina que sigue hoy viva desde el Tíbet, ese recóndito y rocoso país, hasta las lejanas islas japonesas. Un imán mágico de la fe es esta ciudad, un imán que atrae a millones y millones de personas, como Jerusalén, Roma o La Meca, y, al igual que estos otros centros de peregrinación, también ella está envuelta en una aureola de leyendas imperecederas.holi 2024-97 copia

          El lugar sagrado de los penitentes, lugar de consagración y muerte, son las escalinatas, las ghats, el símbolo pétreo del descenso de lo impuro, de lo efímero, al elemento eterno del agua. Se extienden en largas hileras por toda la ciudad, de un extremo a otro, cargando a hombros los palacios de los príncipes, sagradas todas ellas de una manera distinta, cada una con su propio nombre y exhibiendo con orgullo su propia leyenda. Escoltan la corriente desde un verdor al otro, y cada peregrino tiene que pisar todos los peldaños cuando desciende a su orilla. Algunos se han precipitado ya en mitad del río, emulando a esos fanáticos para los cuales el baño no era suficiente purificación y buscaban la muerte santa arrojándose a las aguas. Entre los edificios se alza una mezquita reluciente y hostil, con dos espigados minaretes que apuntan al cielo, reminiscencia de la dominación musulmana; Aurangzeb pudo someter la vida de estas personas pero no su fe. Las cúpulas tienen un brillo extraño, frío, incapaz de seducir a ningún peregrino.

holi 2024-90 copia

          En este marco se desarrolla el maravilloso juego de la expiación, con un fervor que supera cualquier rito de las religiones occidentales. Aún no ha amanecido, y desde las aletargadas viviendas se desplazan ya las primeras personas al río. Siluetas borrosas se acercan a la orilla y se adentran en la corriente para tomar el baño purificador. Algunos encienden pequeñas velas en la orilla, como ante la imagen de un santo, y en seguida titila en el agua el reflejo de la llama.

holi 2024-84 copia

          Y entonces sale el sol. Sus primeros rayos caen sobre unas figuras erguidas que, con los ojos cerrados y las manos juntas, lo saludan murmurando plegarias; figuras hieráticas como estatuas. Y sólo cuando su mirada es iluminada por el brillo del alba se inclinan para humedecer los labios en el agua del Ganges. Ahora que el resplandor se propaga por las casas, la orilla se empieza a llenar de colorido. Se ven mujeres envueltas en muselinas azules y rojas, de las que se despojan luego para sumergirse en el río; se ven las siluetas bronceadas de los hombres, en cuya piel mojada centellean miles de rayos. Y cada vez llega más gente desde las callejuelas. Las barcas y los botes danzan por la bruñida superficie. En la ribera se instalan los brahmanes bajo sus enormes parasoles verdes y amarillos, encima de sus mesas se amontonan flores y frutas, piadosas ofrendas, y, en señal de gratitud, pintan de blanco en la frente oscura de los fieles los signos llamativos de Shiva, el hacha o las alas de mariposa. En un cobertizo elevado, dentro de una estrecha celda, se acurruca una figura desnuda. Es un yogui, un santón que permanece día y noche en este andamio, con la mirada siempre fija en la corriente sagrada. Y acuden cada vez más y más personas a bañarse, y ahora también, deslizándose suavemente por el agua, una extraña barcaza.

holi 2024-136 copia

          Envuelta en un lienzo blanco, entre los remadores y unos inmóviles pasajeros, yace una figura inerte. Es un muerto. Y lo llevan a la orilla, donde se apilan ya los leños; lo rocían una última vez con el agua sagrada y disponen los troncos en torno a él. Cuando la barca emprende el camino de vuelta, ya arde una lengua de fuego, y dentro de poco sólo quedará ceniza oscura nadando corriente abajo. Ni un solo día dejan de reflejarse estas llamas en el río, porque tanto los príncipes como los más miserables, todos los que moran al otro lado, en la ribera desnuda, tienen que devolver sus restos mortales a los elementos puros. Las piras arden desde hace tres mil años; generaciones y linajes, dinastías y pueblos enteros han quedado reducidos a ceniza en esta orilla, han desaparecido en esta agua que fluye calma. Y siempre, tanto en tiempos remotos como ayer mismo, en presencia de familiares y amigos que los escoltan sin un gesto ni una palabra, sin mostrar ningún dolor.

holi 2024-77 copia

           Se diría que no hay horror capaz de conmoverlos, que no temen su propio destino. La muerte debe de llevar aquí otra máscara, morir tener un significado diferente, los hombres deben de sentir el pavor y el espanto de forma distinta. Porque¿cómo sino se explican estas escenas atroces que a nosotros nos hielan la sangre y a ellos parecen no afectar lo más mínimo? Ahí en la orilla, en medio de los devotos y de la muchedumbre atareada, hay un anciano tendido en el suelo, solo, dando los últimos estertores. Su piel cobriza está seca como la madera, una barba rala y blanca tiembla en su rostro enjuto y de huesos prominentes. Y ahí está, tumbado en la piedra desnuda, absolutamente solo, nadie le ayuda, nadie le dirige la palabra. Lo han traído a este lugar para morir, porque la muerte es aquí sagrada.

holi 2024-72 copia

          Y lo han abandonado, ellos que no matan a los animales, que acogen y cuidan en sus casas bestias decrépitas e inútiles, dejan que este ser humano agonice y reviente en soledad. En el agua flotan cuerpos hinchados, sobre ellos se posan cuervos voraces que arrancan a pedazos la carne putrefacta; son los cadáveres de sus santones, que tienen el privilegio de ser arrojados a la corriente en vez de ser quemados en la pira. Y el río los arrastra ahora por entre los minúsculos bateles de flores que han traído las mujeres como dádiva, como ofrenda, el mismo río cuya agua amarillenta y salobre beben los devotos y en el que miles y miles se sumergen extasiados. En momentos así uno siente escalofríos ante lo extraño, los siniestros cultos de esta gente le causan un profundo estremecimiento.

holi 2024-88 copia

          Pero qué conmovedor resulta luego verlos salir del río, en orden confuso, con el cabello aún húmedo del baño, un ramillete de flores en las manos, y encaminarse al templo dorado para rezar la oración matutina. El camino lleva por callejas sinuosas, pasa por delante de nichos donde reposan ídolos de bronce o de arcilla color ocre, que miran con los ojos abiertos de par en par, por delante de la turba de mendigos en cuclillas, que alzan sus túnicas para recibir el arroz y la fruta que les arrojan los fieles, por delante de los tenderetes repletos de estatuillas e imágenes de ese gran santuario cuya visita está vedada a los extranjeros. Pero a través de la pequeña puerta abierta se percibe al fondo, muy al fondo, por encima del gentío, el brillo dorado de los terribles semblantes de sus divinidades, se ve a los fieles que, antes de entrar, engalanan con flores el símbolo sagrado de Shiva que cuelga sobre la puerta y lo rocían con el agua que han traído en cuencos de cobre.

holi 2024-68 copia

          Flores, ¡cuántas flores hay aquí! En los tenderetes de los alrededores se compran las guirnaldas y las cintas de claveles amarillos con que adornan sus cuerpos; a cambio de un par de monedas de cobre puede uno llenarse las manos de pétalos blancos y suave fragancia, o llevarse una corona de los más diversos colores y aromas. Todos llegan cargados de frutas y flores. ¡Lo que nos gustaría poder traspasar con ellos la puerta! No para ver a su Dios, apenas un rostro frío y grotesco adornado con piedras preciosas, sino para admirar las alfombras de flores ya esparcidas ahí dentro, esas nubes de mil aromas, esos coloridos montoncitos de fruta a los pies de la estatua. Es un continuo vaivén de personas. Al entrar, cada una de ellas toca una campanilla en el atrio, y luego otra en el interior, de timbre más agudo y lejano.

holi 2024-106 copia

          Un tañido incesante, un juego de preguntas y respuestas, el templo nunca está en silencio, siempre resuena el murmullo sordo de la multitud, la bóveda se impregna del cántico de los brahmanes igual que el pavimento se cubre de flores. Al fondo se distingue un sacerdote que danza al son de un extraño tamboril, un paso adelante y un paso atrás, lentamente, sin la más mínima agitación, y, sin embargo, con una expresión tan impasible y una constancia tal que transmite un fanatismo mayor que las piruetas más frenéticas. Y persiste el flujo ininterrumpido de fieles que cruza la puerta abierta del templo, cuyos tejados de oro resplandecen más allá de las miseras callejuelas, y no cesan tampoco las campanas de martillear los oídos. Las vacas, las vacas sagradas, entran y salen a su antojo; todos tratan de sortear respetuosamente a estos torpes animales, les ofrecen hierbas y tallos frescos, y no cesan de llegar fieles que suben desde el río.El camino está ya trazado con las gotas de agua y los pétalos pisoteados, pero de las callejuelas enlodadas siguen afluyendo las masas; el mar de fieles parece inagotable, una marea que crece desde la mañana hasta el anochecer.

          En estos rituales religiosos, que se celebran a todas horas y con admirable persistencia, reside el hechizo majestuoso de Benarés”.

Stefan Zweig. De viaje. La India y América. Editorial Sequitur. Madrid. 2016. pp.21-28.

Fotos © Juan Ferrandis

https://www.flickr.com/photos/nedacomunicacion/albums

https://www.instagram.com/nedaviajero64/

Deja un comentario